Una vieja modalidad comercial renace en estos tiempos. El comprador de envases de cristal, ese al que antes le decían "botellero" reaparece ahora con un tono más refinado. Al menos eso dice su pregón: "compro pomitos de perfumes". A viva voz, caminando por los barrios habaneros, donde se supone que la gente no ha perdido la costumbre de perfumarse antes de salir a pasear, estos negociantes, obviamente sin licencia, ofrecen entre 5 y 10 pesos moneda nacional por cada frasco siempre y cuando mantenga la tapa y la marca.
Curioso requisito si se tratara de alguna iniciativa ecológica para reciclar el vidrio, pero comprensible cuando nos enteramos de que el destino de la mercancía será "los laboratorios" clandestinos donde cada envase será rellenado con alguna esencia inventada por los pícaros.
Menuda sorpresa la del ingenuo que vea regresar su fragancia preferida en las manos de otro "puertapropista", esta vez con menos ruido y seguramente con nuevos trucos nunca antes imaginados por los maestros del márquetin.
