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Por Laura Rodríguez Fuentes
San Juan de los Remedios fue tomada por 35 legiones de demonios a finales de 1600, o al menos esa fue la leyenda urdida por el sacerdote José González de la Cruz para incentivar a los pobladores a trasladarse hacia otros territorios, que casualmente les pertenecían.
Estos seres sobrenaturales que hacían sufrir a los pobladores eran de carne y hueso, corsarios y piratas que a menudo invadían la villa, y cuyo acecho se empleó como justificación a los más incrédulos, porque no fue esta tampoco la verdadera causa de la migración hacia el centro de Cuba.
En realidad, los remedianos salieron en busca de nuevas tierras, más cercanas al Camino Real, por donde se trasladaba el ganado desde el interior del país hasta La Habana. Lejos de supersticiones, se puede afirmar que la Gloriosa Santa Clara surgió debido a razones económicas y gracias a unas cuantas reses, pues dicho sendero se encontraba más cercano al sitio de nuestra fundación que de la villa de Remedios.
UNA VILLA ENTRE EL MONTE Y LA SABANA
En 1689, el capitán general de la Isla, Diego Antonio de Viana Hinojosa, apoyado por el obispo Diego de Compostela, autorizó el traslado de los remedianos hacia la hacienda de Ciego de Santa Clara o hato de Antón Díaz.
Aunque la cifra exacta de las familias fundadoras no se puede precisar, el número 18 ha sido el más llevado y traído por la historia, apegado a la hipótesis de Manuel Dionisio González Yanes, primer historiador de la ciudad. Sin embargo, otras fuentes aseguran que se trataba de una «gran familia».
El 15 de julio, al pie de un tamarindo, imaginemos que bastante reverdecido por esa época del año, se ofició la primera misa, en las cercanías de la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen. Cuentan que por aquellos tiempos el calor no azotaba con igual fuerza, y que si las temperaturas ascendían, los fundadores podían refrescarse en los dos ríos que amurallaban la naciente ciudadela: El Monte (Cubanicay) y La Sabana (Bélico).
Según la Síntesis histórica municipal. Santa Clara, los primeros pobladores se trasladaron a las cercanías del sitio que hoy ocupa el parque Leoncio Vidal, asentamiento oficial de estas familias. Luego, se acondicionó la Plaza de Armas a modo de explanada y se abrió una brecha hacia el este, primera calle, a la cual se nombró Principal. Alrededor de este camino se construyeron las primeras viviendas, mientras que en derredor de la Plaza se erigió la Casa Consistorial para el Cabildo y la Parroquial Mayor.
Ninguna de estas edificaciones guarda relación alguna con las que hoy vemos alrededor de nuestra plaza central, pues los materiales empleados eran la madera y el guano.
En los años siguientes, se talaron los árboles, se fundó el primer ingenio en el territorio de Las Bocas y creció la urbanización; aunque la ganadería y la agricultura de subsistencia eran nuestro principal renglón económico. En estas tierras fértiles se llegó a cultivar trigo, higo, tabaco, frutas exóticas y maderas preciosas. Además, el ganado proliferaba de forma vertiginosa en comparación con Remedios.
NACE EL SENTIMIENTO PILONGO
Ya entrado el siglo xviii, Santa Clara daba muestras de un crecimiento económico mayor que su villa progenitora. Todos estos factores propiciaron que tuviera un papel activo en los principales acontecimientos políticos acecidos en la Isla.
En fecha tan temprana como 1701, a solo 12 años de fundada, vecinos de Santa Clara contribuyen a defender La Habana de la amenaza británica; y en 1703 a resguardar el Puerto del Tesico, en Remedios. Sin embargo, las milicias no se oficializaron hasta 1719, y contribuyeron a la defensa de Santiago de Cuba ante el desembarco en la Bahía de Guantánamo de los ingleses y a su posterior derrota.
Cuando en 1762 Inglaterra toma la capital, 600 santaclareños marcharon hacia La Habana capitaneados por Juan de Monteagudo, quien cayó junto a muchos de sus hombres en esta heroica acción. Desde entonces, frontera de la dominación británica. En acto de patriotismo, el Cabildo le declara la guerra a la metrópoli intrusa. He ahí nuestras primeras muestras de patriotismo local.
En 1830 y 1844, respectivamente, Santa Clara perdió de su jurisdicción las regiones de Cienfuegos y Sagua la Grande, puertos importantes para el comercio. Por ese entonces, en la villa proliferan las producciones de maíz, viandas, arroz, especias y otros, lo cual permitió que la agricultura se convirtiera en la base fundamental económica, y predominaran las pequeñas y medianas haciendas.
No estuvo ajena a las conspiraciones políticas y los movimientos independentistas que se desarrollaron en el resto del país en la primera mitad del siglo xix. Se mencionan como conspiradores a los sacerdotes Manuel Antonio Balmaseda y Antonio Abad Anido; y en 1825 en la Junta Promotora por la libertad cubana, constituida en México, Santa Clara estuvo representada por Tomás González, de quien se posee poca referencia histórica.
En septiembre de 1826 también aparecieron proclamas independentistas probablemente relacionadas con los acontecimientos revolucionarios de ese año en Puerto Príncipe.
Se recuerdan los trajines conspirativos del poeta Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido) a su paso por esta ciudad, donde se relacionó con personalidades como Miguel Gerónimo Gutiérrez, Luis Eduardo del Cristo y Juan Bautista Martínez, entre otros.
«Durante este período se emprendieron obras sociales importantes. El 1846 se construyó el llamado puente O’Donell, o como popularmente se le conoce, puente Los Buenos; en 1849, el de la Cruz sobre el río Cubanicay; en 1858 el puente El Gallego sobre el río Bélico, en la calle Calvario, y el de Santa Clara, cuya construcción aparece señalada para el año 1881, en la calle de ese nombre (actual Tristá) (…) También se construyó la Plaza del Mercado, el Cuartel Militar en la zona sur, el hospital San Juan de Dios, el gasómetro, el cementerio y la Real Cárcel».
En 1860 se concluyó la obra del ferrocarril desde Cienfuegos.
Santa Clara había alcanzado un desarrollo cultural importante por ese entonces, con la fundación de más de seis publicaciones p
El crecimiento de la villa propició que el 12 de mayo de 1867, la reina Isabel II la declarara ciudad, con el nombre de Villaclara; aunque no fue reconocida oficialmente hasta el 24 de julio de este año.
A mediados del siglo xix, el reformismo era la corriente ideológica predominante en la localidad, y tuvo su momento sobresaliente con la elección de Antonio Fernández Bramosio para delegado a la Junta de Información de las Cortes Españolas a celebrarse en 1866; pero ante el fracaso de esta, devino en independentismo.
Hacia 1867 surge la Junta Revolucionaria de Santa Clara presidida por Miguel Gerónimo Gutiérrez e integrada por Eduardo Machado, Antonio Lorda, Arcadio Díaz, Tranquilino Valdés y Juan Nicolás del Cristo. A partir de ese momento se gestó un movimiento conspirativo para el alzamiento. Sus puntos de reunión fueron la casa de Miguel Gerónimo Gutiérrez, la fábrica de gas y, sobre todo, la farmacia La Salud, frente a la Plaza Mayor.
MARTA ABREU, LEONCIO VIDAL, CHE…
Iniciaba febrero de 1869 y según reseñaba el periódico El Alba, las casas santaclareñas comenzaron a cerrarse. La ciudad presentaba un aspecto triste, silencioso y sombrío. Muchos habitantes habían dejado atrás sus viviendas citadinas, y marcharon hacia fincas y haciendas en la zona rural. El pronunciamiento tardío, pero inevitable, estalló el día 6 en San Gil con el mayor número de propietarios incorporados a la gesta respecto a las demás regiones villaclareñas.
La primera acción de guerra importante en sus cercanías fue el combate en el campamento Ruiz de Palacio, en San Gil, dirigido por el polaco Carlos Roloff, mayor general al frente de las partidas mambisas de la jurisdicción. Como segundo de Roloff fue designado Guillermo Lorda, comandante de la brigada de Santa Clara.
En esta primera etapa de la guerra, el santaclareño Lorda fue el protagonista de innumerables acciones en el territorio villaclareño y en la propia ciudad. Su caída el 18 de julio de 1871 fue un golpe para la insurrección, ya que él había constituido el principal sostenedor de la lucha en la zona. A raíz de su muerte se reorganizó la Junta Revolucionaria, presidida por Manuel García Garófalo; no obstante, la contienda languideció.
Durante la invasión a Occidente, una de las acciones más importantes de la guerra fue el asalto y ocupación de parte de la localidad, en la noche del 20 de julio de 1876, por las fuerzas del mayor general Jesús Titá Calvar. Representó una de las mayores victorias de Ejército Libertador.
Al finalizar la lucha y con la nueva división administrativa del gobierno colonial, Santa Clara se convirtió en la capital de la provincia del mismo nombre, y ocupaba aproximadamente los territorios de Las Villas. Con esta condición, la ciudad floreció y devino centro importante de referencia cultural en el país.
Las obras encauzadas por Marta de los Ángeles Abreu Arencibia, nuestra Benefactora, contribuyeron a dar vida y civilización a la urbe. La primera de sus obras benéficas se erigió en 1882 con el nombre de Colegio San Pedro Nolasco, en honor a su padre, promotor de la idea de crear esta escuela para niños pobres.
Luego le sucedieron, entre otras, la fundación de la escuela El Gran Cervantes, el Asilo San Pedro y Santa Rosalía, para albergar a 20 familias de bajo nivel económico; el Teatro, La Caridad con el fin de sostener las rentas del asilo; los cuatro lavaderos a orillas de los ríos Bélico y Cubanicay, y el alumbrado eléctrico público, en las cercanías de la estación ferroviaria. Marta soñaba que Santa Clara se convertiría en la capital del país. Sin embargo, no solo se dedicó a obras de beneficencia, también tomó partido en las labores conspirativas de la nueva gesta revolucionaria.
En la Guerra Necesaria, el principal hecho ocurrió el 15 de julio de 1895, bajo el mando de Manuel Suárez, brigadier de la Guerra de los Diez Años, a partir del cual lo reconocieron como jefe de Las Villas. Posterior a la invasión de Gómez y Maceo, quedó organizada la Brigada de Villa Clara.
Durante este período, la ciudad sufrió dos asaltos: el 24 de enero de 1896, en las afueras de Santa Clara, y en la noche del 23 de marzo cuatro columnas del Ejército Libertador irrumpieron en sus calles. El intrépido coronel Leoncio Vidal pierde la vida frente a la plaza que hoy lleva su nombre.
Este parque, que marca el centro histórico de nuestra ciudad, constituye la única plaza asaltada en el país durante las tres guerras de independencia. En diciembre de 1958, Ernesto Che Guevara y las fuerzas rebeldes toman Santa Clara y aseguran el triunfo definitivo de los barbudos en la Isla. Los inmuebles donde se encontraban la Jefatura de la Policía, el Gran Hotel y el Palacio de Justicia dan fe de la cantidad de balas que en sus paredes quedaron incrustadas.
UNA IMAGEN SANTA Y CLARA PARA EL MUNDO
Santa Clara constituye hoy un emblema para el mundo, sobre todo, para América Latina. Tanto lo es, que muchos visitantes aún confunden el nombre de la ciudad con el de la provincia.
Desde la construcción de la Plaza de la Revolución Ernesto Guevara, en 1988, y la llegada de los restos del Che y sus compañeros de guerrilla, en 1997, cada año visitan el Complejo Escultórico más de medio millón de personas de todas las latitudes.
Todavía sus calles adoquinadas resguardan acertijos, leyendas que el paso del tiempo no ha podido borrar. Nuestras vetustas iglesias se levantan sobre las construcciones modernas sin perder misterio o belleza con el paso del tiempo. Tampoco el transitar constante de los autos puede menguar el ambiente apacible que regalan los árboles del Parque Vidal, ambientado cada tarde con la llegada de miles de pájaros.
Así, pintada de colores pasteles, con su Loma del Capiro más reverdecida que nunca, la ciudad enamora y sigue en pie a sus 325 años, gloriosa siempre, Santa Clara.
* Citas, datos y referencias empleadas de los textos Síntesis histórica municipal. Santa Clara y Síntesis histórica provincial de Villa Clara, de varios autores, y La guerra del 68 en Villa Clara, de Migdalia Cabrera Cuello.
Publicado en:https://verbiclara.wordpress.com/2016/07/15/la-villa-del-tamarindo-gloriosa-santa-clara-15-de-julio-de-1689/
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