Valdés es el apellido
más común en Cuba. ¿Quién no conoce a Cecilia Valdés, o a Elpidio Valdés o a
los geniales músicos Bebo; Chucho, Vicentico y una larga lista de distinguidos
Valdeses?.
La razón de esta prolífica
presencia en nuestra historia, arte y población en general tiene una
explicación y su origen se remonta a un
señor llamado Gerónimo Valdés y Sierra.
El tal
Geronimo no era, como seguro has imaginado, un lujurioso mujeriego que dejara en este mundo una extensa
prole al estilo de Don Juan Tenorio. Más bien al contrario, este señor era el
Obispo de Cuba en 1711 y creador de la sala cuna en el Monasterio de Santa
Teresa, que posteriormente sería trasladado a la calle San Lázaro con el nombre
de Casa de Beneficencia y Maternidad.
Además de Obispo era el empleado en la pila del templo del Monasterio de
Santa Teresa para nombrar a todos los niños varones criados por las monjas de
la institución fundada por él.
La Casa de Beneficencia se encargaba por entonces del cuidado de los
menores de edad: huérfanos, abandonados o separados de sus padres por
las autoridades.
En
aquella casa cuna existía una costumbre institucionalizada en las colonias
españolas en América, que era bautizar a los infantes o jóvenes protegidos
con el apellido de un obispo o benefactor de la institución.
El Obispo Valdés, quien naciera en 1646
y falleciera en 1729, puso como condición que los varones que fuesen acogidos
en la Casa de Beneficencia, fuesen dados su apellido, Valdes, pero sin el acento. Las niñas eran dada el
apellido Rodríguez por
otro benefactor y fundador.
La
razón por la que el Obispo Valdés pidiera que a los varones no se le pusiera
acento a su apellido fue porque uno de los huérfanos admitidos era descendiente
del Obispo Valdés. El puso como condición que solamente su familiar llevase el
acento, es decir, fue el único que se llamó Valdés, esto, según el Obispo
Valdés fue para identificar al niño.
El Obispo Valdés en su testamento legó toda su
fortuna a ese familiar suyo, por lo que había asegurado que llevara exactamente
su apellido, y que fuese el único con acento en la e.
Por los años 1950, la costumbre de usar el apellido Valdes fue
abandonada por la Beneficencia a favor de escoger un apellido al azar de la
guía telefónica.
Tampoco se mantuvo la ausencia de la
tilde en la “e” pues este “error” ortográfico fue corregido en la mayoría de
los descendientes gracias a la diligente actuación de los notarios del registro
civil.
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