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Cuidado, la alegría infantil está en peligro


Mueve las caderas al ritmo de la música. Le hacen coro y aplauden. Ella se ríe y menea más el cuerpo, haciendo que su minifalda perezca una flor que mueve el viento. Termina la canción y todo el mundo grita ¡Bravo!, porque es cómico verla bailar así, con los labios pintados de rojo y un moño alto, como el de su mamá. La exótica bailaría apenas tiene tres años.
Perecería gracioso, si no resultara preocupante. En la actualidad, un concepto se ha vuelto recurrente en los debates y estudios de las distintas universidades de Psicología del mundo: la hipersexualización de los infantes. Así se le conoce a la promoción de las expresiones, posturas o códigos de vestimenta, considerados como demasiado precoces.

Para muchos adultos resulta divertido ver cómo sus hijas menores ensayan poses sexis que han visto en los álbumes o las revistas de las quinceañeras. Algunos hasta promueven y pagan altos precios para guardar el recuerdo de sus niñas con pantalones cortos, peinados extravagantes y el maquillaje que no usan cotidianamente las mujeres de su casa.
Lo más probable es que no sean conscientes de que, según los expertos, cuando ese tipo de comportamiento inducido se vuelve habitual, contribuye a formar una identidad enraizada en la deseabilidad sexual, gracias a la cual se establecen metas como ser un objeto bonito para agradar a los demás.
Por tanto, no es de extrañar que cada día sean más los especialistas que señalan que tal conducta es perjudicial para ellas, pues en el futuro pueden padecer de narcisismo, depresión y ansiedad, al verse valorada más por lo que muestran por fuera, que por lo que llevan dentro, como advirtió Martí hace más de un siglo.
La elegancia del vestido ?la grande y verdadera- está en la altivez y la fortaleza del alma. Un alma honrada, inteligente y libre, da al cuerpo más elegancia y más poderío a la mujer, que las modas más ricas de las tiendas [?] Quien siente su belleza, la belleza interior, no busca afuera belleza prestada: se sabe hermosa, y la belleza echa luz. Procurará mostrarse alegre, y agradable a los ojos, porque es deber humano causar placer en vez de pena, y quien conoce la belleza la respeta  y cuida en los demás y en sí  -Jose Martí, Cartas a María Mantilla
Muchos  padres aún se refugian en la idea de que esas cosas solo suceden en las sociedades del Primer Mundo, cargadas de mensajes publicitarios que a nosotros no nos afectan. Pero las niñas cubanas también se sientan frente a los reproductores DVD, PC y todo tipo de dispositivos multimedia donde son expuestas a las supuestas enseñanzas de películas y series de Barbie y princesas, así como de otras diseñadas para adolescentes como Hannah Montana, las cuales promueven, además, valores ?o antivalores- muy distantes de nuestra identidad.
Eso sin hablar de las telenovelas y los videoclips de música reggaetón que tanto están pervirtiendo a todos, y que cada día son más la voces que alertan sobre ese fenómeno mal llamado música que no deberían ver ni siquiera oír.
Mucha razón lleva los que dicen que las niñas saben más de lo que imaginamos. Sin embargo, no son ellas las culpables, sino las madres, los padres y hasta los abuelos, quienes permiten que vean lo que no deben ver y les compran luego atuendos provocativos como minifaldas, zapatos de tacones, vestidos ajustados y por increíble que parezca, hasta lencería. Todo esto indica que ninguno de ellos ha reparado en las miradas obscenas y pensamientos inquietantes que pudieran despertar en no pocas mentes insanas.
Cada vez es más frecuente verlas con uñas postizas largas y coloradas. Perece como si nadie se diera cuenta de que, poco a poco, se va empujando su inocencia hacia un despeñadero.
Pero ahora pensamos con lo difícil que es encontrar ropa de buena calidad y mejor precio en Cuba, ¿Por qué los adultos escogen este tipo de vestuario para sus hijas pequeñas? ¿Cuál es la causa por la cual resulta atractivo vestir a una niña como una mujercita?
La infancia es una etapa repleta de ternura e imaginación, además constituye la antesala de la vida que tendremos después, y la estamos matando entre risas y malas costumbres.