Desde 1986 hasta 1994, Cuba puso en cuarentena a las personas que vivían con VIH en instalaciones médicas llamadas sanatorios. Aunque los sanatorios contra la tuberculosis eran comunes en todo el mundo a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, la Isla fue el único país del mundo que abrió ese tipo de instituciones en respuesta a la pandemia.
Un extendido reportaje sobre el fenómeno en la mayor de las Antillas fue publicado esta semana por el portal del Congreso Norteamericano sobre las Américas (NACLA por sus siglas en inglés), una ONG izquierdista para la promoción de información y estadísticas concernientes a la dinámica entre las naciones del continente.
La reclusión de enfermos en un sanatorio, apunta la publicación, se basó en un enfoque controversial de salud pública que atrajo, ambos, la fascinación y la crítica por parte expertos de los Estados Unidos y otras partes del globo.
Los detractores del método señalaban principalmente la falta de libertad de movimiento, como violación a uno de los más esenciales derechos humanos. En tal sentido, se consideró el aislamiento como una práctica deshumanizante y, en última instancia, una forma de estigmatizar a las comunidades con mayor riesgo de infección.
El Dr. Jonathan Mann, director general del Programa Especial sobre el SIDA para la Organización Mundial de la Salud (OMS), organismo que precedió al ONUSIDA, calificó a los sanatorios de "bonitas cárceles".
Mientras tanto, los defensores del proyecto han señalado el éxito de la contención como una herramienta de salud pública y el alto nivel de vida proporcionado a quienes residen en los sanatorios. En 2009, la revista POZ informó sobre ex pacientes que se negaron a abandonar los sanatorios una vez que se volvieron voluntarios en 1994. En aquel momento, dijeron a los periodistas que "tenemos muchos amigos, nos sentimos útiles, nos mantenemos ocupados", pues los sanatorios llegaron a convertirse en una comunidad a pesar de las dificultades del aislamiento.
Cuba logró establecer la Comisión Nacional del SIDA en 1983, tres años antes de que el país registrara su primer caso de infección. El primer curso de acción de la Comisión fue destruir todos los productos sanguíneos recolectados para transfusiones, deteniendo la transmisión a la población hemofílica que podría estar en riesgo a partir de esas muestras de sangre existentes.
Décadas más tarde, ¿cómo quedan para las autoridades cubanas el VIH y los sanatorios? Es la interrogante que trata de responder a NACLA el Dr. Jorge Pérez Ávila, reconocido experto en VIH de Cuba que dirigió la política enfocada a esa enfermedad de 1989 a 2000 -los peores años de la crisis económica- y se desempeñó como Director del Sanatorio de Santiago de Las Vegas en La Habana, así como del Instituto de Medicina Tropical, el centro de investigación médica líder del país.
Ávila también estuvo en Nueva York a principios de este año promocionando la traducción al inglés de su libro Confessions of a Doctor.
Sobre la misión del Instituto de Medicina Tropical, el doctor explica que se trata de garantizar la salud de la población cubana a través de la investigación en microbiología, parasitología y epidemiología de enfermedades infecciosas. Hay 14 institutos de investigación en todo el país. También tenemos un gran hospital con 170 camas que brinda servicios médicos, apunta.
Muchos países alrededor del mundo han usado sanatorios para tratar infecciones como la tuberculosis y la lepra, manteniendo a las personas con esas infecciones en un solo lugar. Estos fueron eliminados en gran medida en los años 40 y 50. En Cuba también tuvimos sanatorios, y con el VIH queríamos la oportunidad de estudiar la enfermedad y contener la epidemia mientras tratamos a los infectados. No había antirretrovirales en ese momento, pero tratamos infecciones oportunistas [infecciones provocadas por sistemas inmunes debilitados] e hicimos trabajo de prevención y educación. La decisión de abrir los sanatorios para personas que viven con el VIH se tomó en 1985, y los primeros pacientes llegaron el 29 de abril de 1986. Al principio, todos vivían en la misma casa, pero comenzamos a construir instalaciones a medida que crecía la epidemia, relató.
Alrededor de 10,000 personas pasaron por este tipo de establecimientos, que contaban con un comedor, una cocina, una sala de estar, y habitaciones para dos pacientes. En el lugar trabajaban conductores, médicos, enfermeras, trabajadores sociales, personal de limpieza y de operación.
El doctor aclara que los primeros casos diagnosticados de VIH en Cuba fueron heterosexuales que regresaban de misiones militares o médicas en África. Estos fueron los primeros pacientes en mudarse a los sanatorios.
El primer paciente que detectamos contrajo el VIH de una pareja sexual que trabajaba como empleada doméstica. Remontamos cuatro infecciones cubanas a la misma persona. Ella no hizo trabajo sexual aunque pudo haber habido sexo transaccional. Pero también había militares cubanos en Punta Negra [Pointe-Noire] en la República del Congo, cerca de la frontera de Angola y la República Democrática del Congo, que frecuentaban un bar llamado Parafifi. Allí, informaron haber tenido relaciones sexuales con trabajadoras sexuales y se infectaron, comentó.
Los especialistas cubanos detuvieron la transmisión desde África, principalmente gracias a que el país dejó de enviar personas allí debido a la crisis económica. Tras la caída de la Unión Soviética, la epidemia comenzó a crecer a nivel nacional. Se comenzó a promocionar el uso del condón pero no existían los fondos para comprar condones.
Más tarde, pudimos trabajar con ONG para obtener condones y hacer propaganda; nos unimos al ONUSIDA, y luego el Fondo Global de Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria (GFATM) llegó en 2001. Todo cambió con las subvenciones que recibíamos y los medicamentos genéricos que comenzamos a producir nosotros mismos. Actualmente, la tasa de infección es solo del 0.4% de la población entre personas de 15-29 años de edad, agregó.
Eventualmente, la Isla pasó a implementar un sistema de atención ambulatoria e hicieron que los sanatorios fueran opcionales.
Al principio, la gente no quería irse, explica el médico, solo queda un 20%. Los sanatorios tenían buenas condiciones: las personas vivían bien, tenían una buena dieta y confiaban en los médicos y el personal que estaban allí.
Después, nuevos casos rechazaron los sanatorios porque no querían restringir sus vidas. Y dejamos de promocionarlos", sostuvo.
Entonces, los médicos de familia de todo el país comenzaron a ser capacitados sobre la enfermedad y "creamos un grupo diverso de profesionales que podrían atender a pacientes que viven con VIH y SIDA. La gente comenzó a confiar en sus propios doctores".
"Poco a poco, cada vez había menos personas en los sanatorios hasta que decidimos que solo necesitábamos tres (de 14): uno en La Habana, uno en Sancti Spíritus y otro en Holguín. Los conservamos porque pensamos que siempre habría personas que no tendrían familia o que serían rechazadas por sus familias. También eran para personas que estaban coinfectadas con tuberculosis o tenían otras discapacidades que eran más fáciles de cuidar en el sanatorio, indicó el experto, quien se retiró oficialmente del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kouri a principios de este año.
El centro continuó liderando la investigación del VIH en la Isla: para 2015, Cuba se convirtió en el primer país del mundo en eliminar la transmisión del VIH y la sífilis de madre a hijo.
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Publicado en:https://www.cibercuba.com/noticias/2017-11-25-u73624-e73624-sanatorios-vih-cuba-violacion-derechos-humanos
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