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Viñales no es un paraíso para todos

Viñales no es un paraíso para todos


Irina Echarry

HAVANA TIMES ? De repente, por cuestiones de trabajo, mis viajes a Pinar del Río han dejado de tener aquel espíritu de guerrilla juvenil de acampar en pleno monte y comer algo ligero. Ahora me he visto frecuentando lugares a los que mi bolsillo no me permitía acceder: casas particulares de renta, paladares, cafeterías, todo pagado en cuc. La ciudad que he recorrido en estos trajines ha sido Viñales, un sitio de belleza natural que convida al visitante a volver una y otra vez.

Además de sus mogotes, Viñales ofrece una sobrecogedora cantidad de lugares donde los turistas pueden saciar su hambre o descansar. Casas que hasta hace poco eran solo para la familia, se han reestructurado y hacen la función de motel.  Muchas, en sus patios traseros han adaptado el espacio para pequeños ranchones donde venden comida. Otros locales se han transformado totalmente en restaurantes, aprovechando la popularidad de la calle o la altura de un mogote desde donde se puede ver la puesta de sol.

Algunos inmuebles han sido comprados por personas ajenas al lugar, que llegan hasta allá olfateando posibilidades de negocio. Así, una breve caminata nos hace reconocer una ciudad en función del turismo, tanto por la vía estatal como por la privada. Un sector de la población ha logrado insertarse en esa vorágine, luchando con sus bondades y sus perjuicios.

Esa es una parte de la historia, la otra es un poco más triste. En ese proceso de gentrificación que vive Viñales, poco a poco, muchos campesinos y otras personas oriundas del lugar han ido quedando relegados, con escasas opciones para sobrevivir en su propia tierra. Desde los altos precios de los productos alimenticios y de aseo, la lucha por conseguir los insumos para su trabajo, hasta la escasez de agua, todo les resulta adverso.

Conversando con algunos productores de tabaco, por ejemplo, logro desmontar el mito de riqueza que los envuelve. Desde lejos y amparados en el éxito financiero de Robaina y otros cultivadores de la solanácea, muchos pensamos que quien tenga una vega se hace rico. Es un error, estos guajiros deben pagar altos precios por los fertilizantes, las mangueras, el petróleo,  etc.

Al final, deben pagar a los trabajadores que participan con ellos en la recogida o el ensarte. También habría que ver el tamaño del terreno que utilizan, la calidad del tabaco que recogen, si crece o no con tanta sequía, si no son afectados por plagas. Cuando sacan la cuenta, se quedan con muy poco. Esa cantidad de dinero no les alcanza para vivir en una zona donde el comercio está enfocado en el turismo.

El agua marca una diferencia importante entre la ciudad y el campo. El 2016 fue uno de los cinco años más críticos de la historia en cuanto a sequía. En la ciudad de Viñales, con tantas casas de alquiler y paladares que necesitan el preciado líquido para funcionar, el agua escasea, claro, pero no como en los sitios donde no hay turismo.


Sería bueno que alguien calculara cuántos litros de agua se pierden en cada descarga de baño o en las duchas, teniendo en cuenta que hay viviendas que tienen dos y tres baños o en el fregado de los platos y la elaboración de la comida en los restaurantes, bares, cafeterías. Estoy segura que nos sorprendería la cifra. Esa agua no se recicla. Mientras, la mayoría de los campesinos padece por sus sembrados en tierras súper secas y ansía que llegue la pipa hasta su apartada casa para rellenar los tanques.

Las familias de menos ingresos cuidan sus ropas, extienden de alguna manera el detergente para que dure más, alargan el ciclo de vida de los zapatos remendándolos con sus escasos recursos, valoran la importancia de la comida. Muchos recuerdan que antes se les daba a los cerdos un manjar, ahora hay que limitarse, no son tiempos de riqueza. Los que así piensan nunca han pisado una paladar, aunque saben que son carísimas y la comida sabrosa.

Ignoran cómo se desperdicia hoy la comida en esos sitios. En muchos restaurantes se ha implantado una modalidad: te sientas a la mesa y esperas a que te sirvan, no encargas nada.

De pronto llueven los platos de frutas, ensaladas, cositas fritas (yuca, boniato, malanga), llega la sopa, después aparecen los distintos tipos de arroz: blanco, congrí, con piña, con vegetales; luego los frijoles negros y por último el plato fuerte: carne de cerdo, de res, pollo, pescado.

Todo eso va a la mesa, no importa si los comensales prefieren un tipo de arroz u otro o si eres vegetariano. Te sirven y después seleccionas, ese es el orden; lo que no quieras va la basura o, en el mejor de los casos, a los cerdos. Así sucede en varios restaurantes, imaginen cuánta comida se despilfarra en un día.

Pero lo peor no es eso, sino que en un país pobre, que se supone deba seguir el camino del ahorro, que sufre sequía y donde hay personas que se alimentan muy mal, cuando hago estos cuentos, quedo como una amargada; la gente elogia y ?normaliza? el derroche. Disfruta el desarrollo, mija, no cojas lucha, me dicen incluso los que nunca han ido a Viñales y ahora, con los altos precios, se quedarán con las ganas.

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Publicado en:http://www.havanatimes.org/sp/?p=121702

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