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El proyecto de Fidel era dominar el mundo
Corría el año 2009 cuando el caso de Hilda Molina tomo notoriedad pública. La mujer, recibida con honores como médica, y creadora del prestigioso Centro Internacional de Restauración Neurológica de Cuba (CIREN) llevaba largos años queriendo conocer a sus nietos que vivían junto a su hijo y su nuera en Argentina.
Fidel Castro había prohibido que saliera de su país. Ocurría que la neurocirujana se había declarado disidente y renunciado al regimen, tras denunciar que el centro médico por el que había hecho tanto para que se construyera abría sus puertas a pacientes extranjeros "para cobrar en dólares" dejando afuera a los enfermos cubanos.
Casi diez años después de aquellas tratativas diplomáticas que le permitieron finalmente dejar Cuba y poder reencontrarse con su familia -instalándose en Argentina- Molina cuenta a La Prensa sus vivencias. Habla sobre los primeros años de la Revolución; las penurias que pasó y la ruptura; su dedicación actual a la enseñanza en valores a través de una fundación que creó; Venezuela; y hasta se anima a revelar que Fidel Castro llegó a pedirle matrimonio.
- ¿Que recuerdos tiene de Cuba? Usted ha trabajado por la Revolución
- Yo de Cuba no tengo recuerdos, vivo, tengo el corazón en Cuba. Y me mantengo muy al tanto de todo lo que ahí pasa. Yo tenía 15 años cuando llegaron con un proyecto de vida clarito.
- ¿Que fue lo que fascinó a la gente de ese proyecto para darle su apoyo?
- A mi particularmente con mis quince años el primer discurso de Fidel Castro, recuerdo mirarlo frente a la TV, dijo cosas para calmar las angustias de mi adolescencia. Una cosa que me gustó mucho es que dijo que se iba a respetar el mérito, ese era el que iba a ser beneficiado. Eso siempre para mi era importante, después habló del acceso a la salud y la educación en forma gratuita. Era un país perfecto. Pero la única verdad que dijo de toda esa historia es que nos teníamos que sacrificar mucho los cubanos. Eso sí lo cumplió. Mi familia paterna incluido mi padre había luchado contra Batista, a mi familia materna no le gustaba la política. Y mi madre nunca creyó en el. Me dijo: "No me gusta porque habla con odio". Ella me acompañó cuando yo decidí posponer mi proyecto de vida para ponerme al servicio de la Revolución.
- Entonces usted comenzó a trabajar para el nuevo proyecto de país
- Sí, durante 35 años hasta 1994 cuando tenía 50 años y renuncio, mi vida fue toda de sacrificio al servicio de mi patria. Aquella jovencita de vida cómoda pasó a meterse en lugares inhóspitos, alfabetizando. Nos hacían ir al campo, a trabajar con las manos, entrenamientos militares. Siete años después que debía comenzar a estudiar medicina pude entrar a la facultad.
- En general todos los chicos jóvenes pasaron a servir a la revolución
- Sí, yo te puedo asegurar que mi generación de todas las clases sociales se lo creyeron. Y el 99 por ciento de los cubanos lo hicimos con estos sueños de estar dispuestos a hacer todo por la patria. Lo que pasa que la elite, Fidel, el Che Guevara, Raúl Castro y los líderes del antiguo y poco prestigioso Partido Socialista Popular Cubano por el que nadie votaba sí sabían lo que quería Fidel. El tenía un proyecto: no irse nunca de Cuba y dominar el mundo. Además me lo dijo. Así fue como comencé a estudiar medicina, siete años después ya había nacido mi hijo y muy pronto me divorcié de mi primer esposo. Estudié aunque el tránsito por la carrera fue una tragedia
- ¿Por qué?
- Porque todo era estudio y trabajo. Eso de que en Cuba te dan la educación gratuita es mentira. Nosotros hicimos la carrera trabajando en el campo, trabajando en la zafra famosa del 70. Terminé la carrera, éramos 1027 y quedé con el mejor promedio. Eso hizo que pudiera elegir la especialidad que yo quería. Así que elegí neurocirugía que hasta ese momento era una carrera de hombres. Ya en mi época de estudiante no me creía que teníamos la mejor medicina del mundo, estaba convencida de que estábamos mintiendo a los enfermos. Así comienzo a escribirle a los mejores neurocientíficos del mundo que luego serían mis amigos. Me mandaban información y me fui haciendo de una biblioteca. Y al terminar la carrera de neurocirujana me dicen que estoy premiada con la posibilidad de irme de neurocirujana a Argelia.
- Habrá sido un desafío difícil
- Tenía ya desencanto porque el gobierno hablaba mal de los ricos pero ellos empezaban a hacerse propietarios de todo lo que les quitaban a los ricos. Comenzaron a tener una vida muy diferente
- De todas formas siempre se habla de que se dio una buena educación y salud universal en Cuba
- Inmediatamente instauraron un sistema de salud que es universal que llega a todo el país, que va desde la medicina familiar hasta los grandes institutos de investigación y que hasta la década del 80 fue muy bueno. Y tiene para mi un problema: no hay opción más que para esa medicina. Un país tiene que tener una buena medicina pública pero no se puede quitar las otras opciones para que el paciente decida con quien se quiere atender. Si no tu te conviertes en cliente del estado obligatoriamente. Lo mismo sucedió con la educación. También se universalizó. Pero lo malo es que es el estado el que decide como se educa a los niños, no son los padres. Tu si no quieres que tu hijo no sea marxista no tienes otra opción que después decirle que el marxismo no está bien. Porque desde chiquitito cuando van al jardin de infantes tienen que decir que son pioneros por el comunismo. El precio que tu pagas porque te den una educación pública es que violan ese derecho
- Igual suele señalarse como positiva la alta alfabetización que hay en Cuba
- Yo fui alfabetizadora y no es que casi todo el país era analfabeto, si uno revisa los datos de la ONU va a ver que no es así. Lo que yo sí creo es que no debemos aceptar que haya iletrados en un país. Todo el mundo tiene que tener acceso a la educación, y todo el mundo tiene que saber leer y escribir. No importa uno o mil es inaceptable. Y es un deber de todo gobierno garantizar eso. Y el hecho de que lo garantices no te da derecho a violar libertades y derechos. Igual cuando volví de Argelia seguí con el plan, había convencido a los científicos de afuera de hacer un hospital en Cuba de neurociencias con la ciencia que no había en Cuba. Trabajar con métodos nuevos, con operaciones menos invasivas. Hice un informe al ministerio de salud diciendo que había una serie de científicos del mundo y necesitábamos que Cuba pusiera el edificio. Me hicieron caso. Poco después me vienen a bucar unos señores y me dicen que el comandante Castro quería hablar conmigo.
- Ahí es cuando lo ve por primera vez
- Sí, me llevan delante de él. Es la única vez que me trata con dureza. Me dice que me siente y le explique que estoy haciendo, me pregunta de las cartas con los científicos. Y le digo que busco ayuda porque las neurociencias están atrasadas, y él se asombró
- ¿Era una persona cautivadora?
- Era tan inteligente, el mundo subvaloró su inteligencia, lástima que no la usara para el bien. El tenía que matarme o escucharme, y optó por escucharme. Al cabo de varias horas se dio cuenta que tenía a una mujer que le creaba un hospital. A partir de ese momento, comienzos de los 80, Fidel no dejó de hablar conmigo con mucha frecuencia.
- La llamaba para que vaya a verlo
- No, el venía, veía la construcción del hospital que no costó nada. Yo seleccioné más de cien profesionales que viajaron a esos lugares becados por esos científicos del mundo. Estamos hablando de países como Estados Unidos, Francia, España, Suecia, Inglaterra, Canadá. Fue así como Fidel Castro inauguró el hospital y conoció a los científicos.
- Y el centro médico alcanzó un grado de excelencia mundial
- Claro, porque estaba concentrada la ciencia que nos había dado los mejores neurocientíficos del mundo. Ellos quisieron hacerlo porque les llamaba la atención poder hacerlo en un país cerrado, comunista, que iba a ser para los enfermos pobres de Cuba. Pero luego la situación se pone mal cuando el ministro de salud comienza a decirme que el Centro médico estaba tan bueno que había que traer extranjeros a atenderse. Me decían que iban a traer extranjeros pobres. Me dijeron primero 10 camas para los extranjeros y 146 para los cubanos. Luego me dijeron que había extranjeros que podían pagar.
- Y usted comenzó a oponerse
- Claro, yo le dije al ministro de salud "me va a convertir esa camita en un negocio para ustedes". Empezó una presión con más camas para extranjeros y diferencia de atención entre extranjeros y cubanos. Me decían que tenía que obedecer y que pensara en mi hijo que ya era médico del Centro, era una amenaza. Le llegué a decir incluso a Fidel Castro que hicieran otro Centro para que los cubanos tuvieran donde atenderse. Y siguieron las presiones. Mi hijo ya se había casado en Cuba con mi nuera que es Argentina.
- Se conocieron allá
- Sí, porque ella tiene un hermano con una discapacidad neurológica, y lo llevaron allá. Y en una visita que mi hijo hace al hermano la ve y se enamoran y se casan. Entonces a mi hijo le sale una beca para ir a estudiar a Japón. Y ahí vi la oportunidad para renunciar. Yo era muy conocida en el ámbito internacional.
- Una decisión difícil
- Claro, yo estaba rompiendo con mi vida luego de 35 años. Yo no sabía si iba a volver a ver a mi hijo y si iba a estar viva. La decisión sabía era suicida, pero dije "si piensan que yo me voy a prestar como directora del centro a sacar a los enfermos cubanos para que entren los extranjeros y que ellos ganen sus dólares, no lo voy a hacer, para mi es un crimen de lesa patria. Entonces esperé que mi hijo se fuera, no le dije nada porque si no no me hubiera dejado sola. A través de la iglesia mi madre logró mandar un mensaje al profesor que era el más importante neurocirujano del mundo, que le dijera que no lo deje volver a Cuba de parte de la madre porque ella va a renunciar.
- ¿Y cuando decide irse de Cuba?
- Al enterarme que iba a ser abuela por primera vez, en 1995. Mi hijo vino a Argentina. Y ahí me dicen que el cerebro es patrimonio del país y que no iba a salir nunca de Cuba. Por pedido de Castro me persiguieron, el nunca creyó que yo iba a renunciar.
- ¿Desde que renunció Fidel Castro volvió a hablarle?
- No, nunca más. Es que hay una historia detrás de esto
- Se dijo que el pudo haber tenido intereses con usted más allá de lo político
- Yo no quiero que esto se contamine con temas del corazón. Pero hace un tiempo un señor mayor quiso hablar conmigo. Había sido diplomático en Cuba y amigo de Fidel. Y no quería morirse con el secreto. Fidel manda a buscar a este hombre y este le dice "déja salir a esta doctora y la madre hay mucho lío en el mundo con esto". Y el le contesta "yo te mandé a buscar para hablarte de ella, algo que yo sabía". "Yo le propuse matrimonio a Hilda pero Hilda no aceptó, me rechazó".
- ¿Fidel Castro le propuso matrimonio?
- Si, me lo propuso, lo hizo con respeto. En una de las tantas veces que vino al Centro médico me dice "te puedes callar y escuchar" y me lo dice. Y le contesto, "muchas gracias, pero no lo puedo aceptar sabe por qué. Porque usted nos enseñó que para los cubanos usted es Dios". Y se pone pálido.
- Imagino que no muchos le decían no a Fidel Castro
- El me dice: - yo quiero que tu me acompañes en la vida, quiero que seas mi compañera, que el mundo lo sepa. Y yo le seguí diciendo que no. Y creo que él después de esto coacciona contra el Instituto y el cupo de extranjeros, no se si se pueden vincular ambas cosas. Pero creo que jamás imaginó que iba a renunciar. Después le dijo a este hombre que me iba a dejar salir porque él ya estaba enfermo, pero ya no quería que yo lo aceptara por lástima.
- ¿Usted lo ha perdonado a Castro?
- Es que mi madre me enseñó a no odiar. Yo nunca lo he odiado, inclusive en los momentos de vulnerabilidad donde se abría, percibí que era un alma atormentada. Yo no guardo rencor a nadie.