La autorización por el Gobierno de la actividad económica privada sacó a la luz labores comunes en Cuba consideradas inverosímiles en otras latitudes.
Fueron 178 oficios para trabajadores por cuenta propia consentidos por ley, que el imaginario popular extendió a otros tantos para paliar la crisis, bajo un Gobierno que, hasta aquel momento, perseguía el negocio particular con empeño, condenando a vendedores de durofríos, de coquitos, y a todo el que se buscara la vida al margen del Estado.
Un vendedor callejero pregonando a viva voz por la calle es el signo de estos tiempos. Igual que las carretillas que venden productos del agro. Carretillero es el oficio donde recala mucha gente hoy como medio de sustento.
Baldo Vázquez cuenta entre risas una historia real que parece un chiste: "Fui a buscar trabajo a la Bolsa de Empleo y solo tenían sepulturero y cazador de cocodrilos. Esta última con altos estipendios, primas por sobrecumplimiento, dieta por lejanía, peligrosidad y condiciones especiales de trabajo. Pero con muchos riesgos, debido al pésimo estado de los botes, la zona infestada de animales adultos y el ortodoxo procedimientos de enlace".
"Sepulturero del cementerio también tiene un buen salario", sigue contando Baldo. "Redondeado con la reventa clandestina de coronas, portarretratos y el canibaleo de los sarcófagos. Pero no quise trato anticipado con el Más Allá y monté una carretilla".
Estos tiempos de crisis aceleran la imaginación de los emprendedores, como Pluvio, exgerente de una firma extranjera, quien brinda servicio especializado de barbería y hace también de "ponchero" y mecánico nocturno.
"Brindo masajes faciales, mascarillas, tratamiento a calvos y depilación con cera. Además, cojo ponches fríos, echo aire y arreglo cualquier desperfecto. En muchos kilómetros a la redonda soy el único disponible y a la hora que sea voy con mis herramientas a resolver cualquier problema", dice.
Visitar su barbería deja el grato sabor de un futuro posible. Igual piensan los clientes cuando, de madrugada y sin ensuciarse las manos, pueden proseguir la marcha, con solo una llamada al celular de Pluvio "el Multioficio".
En Romerillo, barrio marginal del municipio Playa, existe un "rellenador de fosforeras" apodado El Bate quien, a diferencia de sus colegas, no permanece sentado en un banco esperando clientes. El Bate sale a buscarlos. Pregona por la calle su negocio y cuenta que en su trayecto siempre encuentra trabajo.
"He conocido gente muy buena que me brinda café y, en ocasiones, merienda. Una vez me cogió un aguacero en una casa, arreglando una fosforera Clipper, y almorcé con aquella familia", recuerda.
Los reparadores de colchones son también un gremio numeroso. Caminan en pareja por las calles seguidos del camión con las materias primas. Cuando encuentran clientes arman el lugar de trabajo en plena calle y, como en una carrera contra reloj, desbaratan los viejos colchones para construir los nuevos.
Los cacharreros son obreros de nuevo tipo, especializados en arreglar computadoras. Existen en todos los pueblos de Cuba. Talentos empíricos que, como bien dice su nombre, aprendieron cacharreando las PC.
Hay otros oficios autóctonos, que tal vez se conozcan en otros países, en Cuba alcanzan el festinado surrealismo típico de esta isla del Caribe: fumigadores; bicitaxistas; boteros; corcheros; calandraqueros; buzos de la basura; buzos del limpio; recicladores de hierro, cobre, bronce y plástico; limpiadores de calderos; parqueadores; vendedores ambulantes, y los compradores de oro y plata a domicilio.
Pero uno de los oficios más insólitos que he podido encontrar es el de cambiador de menudo. Ancianos que se apostan en las paradas de los ómnibus y cambian a los pasajeros de las colas 80 centavos por un peso.
Pudiera pensarse que los pasajeros pierden 20 centavos en el trueque pero, al contrario, ganan 40. Porque en una economía inflacionaria como la cubana, donde es muy difícil encontrar monedas, hay que echar obligatoriamente un peso en la alcancía de la guagua. Y con estos cambiadores de menudo, aún le quedan a los viajantes 40 centavos para el viaje de regreso.
Los policías reconocen que estos ancianos están prestando un servicio a la población y no los molestan.
Consulté sobre el tema al viejo Crispín, filósofo popular de Jaimanitas. Él establece como el oficio de naturaleza más embrollada de todos los conocidos en la Isla, el de presidente de la República. Y lo demuestra con esta pregunta: "¿Pudieran decirme cuántas personas del pueblo votaron por su nominación para gobernar? ¿Y por cuánto tiempo?"
Publicado en:http://www.diariodecuba.com/cuba/1500807906_32740.html
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