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PINCELADAS PILONGAS





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Por Luis Machado Ordetx

Desde su fundación en 1689, Santa Clara nació con cierto signo de despotismo. Dos décadas antes, a pesar de las pugnas que desde San Juan de los Remedios entablaron los párrocos Cristóbal Bejerano y José González de la Cruz, deseosos de trasladar el asiento poblacional hacia tierra adentro, se veía una prepotencia administrativa en quienes se dispusieran a formar un nuevo caserío.

Así lo dice Martínez-Fortún y Foyo en sus Anales y efemérides de San Juan de los Remedios y su jurisdicción. También lo sustentan análogos ensayos históricos sobre Santa Clara y Sagua la Grande, suscritos, respectivamente, por Manuel Dionisio González y Alcover y Beltrán. Por si fuera poco, en 1852, el español José García de Arboleya lo dejaba explícito en el Manual de la Isla de Cuba.

Ese texto aborda el origen del término Cuatro Villas, en la región central. Todo ocurrió en 1607 con la primera división territorial de la isla en dos jurisdicciones: La Habana y Santiago de Cuba. En cambio, Puerto Príncipe, Trinidad, San Juan de los Remedios y Sancti Spíritus quedaron gobernados por alcaldes y ayuntamientos con dependencia del Capitán General. El tiro administrativo se corrigió en 1612, y desde entonces todos los asentamientos dependieron de La Habana, al considerarse capital absoluta en el ámbito militar y económico de Cuba. El hecho ya estaba registrado desde 1549.

Gilberto Girón, el corsario francés, fue el «culpable» de tal acontecimiento, al capturar y exigir rescate por el obispo Juan de las Cabezas y Altamirano. Otro pirata francés, Francisco Nau (el Olonés), propagó en 1658 el pánico entre los remedianos. Durante más de una década se ensañó contra la villa, y dos años después comenzaron a suscitarse las polémicas de Bejerano y González de la Cruz sobre la conveniencia de una mudanza. Ahí comenzó el despotismo de los futuros moradores que irían al hato de Antonio Díaz, situado a 12 leguas de distancia.

Afirma Martínez-Fortún que algunos la denominaron «quinta mudanza de Remedios». Unos 400 habitantes, a pesar de la diáspora de 18 familias, quedaron allí. Otro calvario comenzó: el capitán Luis Pérez Morales, alcalde ordinario, tras una reunión convocada en Santa Clar

a por Cristóbal de Moya, procurador general, volvió al antiguo feudo de Vasco Porcallo de Figueroa, y no bastaron en 1691 las escopetas, lanzas, hachas y machetes para cumplir el decreto de traslado forzoso hacia el nuevo asentamiento surgido dos años antes en tierra firme.

Los antiguos remedianos, indica Martínez-Fortún «tuvieron que ir algunos hacia Santa Clara; otros reconstruyeron sus casas y quedaron dependientes de ese Cabildo». Hasta 1695 demoraron los litigios. Incluso, «trasladaron» actas capitulares de San Juan de los Remedios. Tuvo que interceder la Audiencia de Santo Domingo en la devolución de la papelería, cosa que en parte se hizo. Ocurrió por fuerza mayor la división territorial entre ambas jurisdicciones a partir de las haciendas del este y el oeste separadas por el río Sagua la Chica.

En 1726 se originó otra pugna entre ambos cabildos por la pertenencia del hato de Guaracabulla, según cuenta Martínez-Fortún. También lo especifica García de Arboleya. Santa Clara pretendió apoderarse de esas tierras, tránsito obligado hacia el camino de Sancti Spíritus. La Audiencia de Santo Domingo votó a favor de San Juan de los Remedios.

Con la Fernandina de Jagua el cabildo de Santa Clara fue más «benevolente»: accedió a los requerimientos del intendente Ramírez, y Luis de Clouet y de Pierre, emigrado de Louissiana, fundó allí, con 40 familias de Burdeos, una villa marina del centro-sur del país.

El cabildo de Santa Clara no estaba dispuesto a seguir desmembrándose. Sagua la Grande exigía, por su desarrollo económico, formar la Tenencia de Gobierno Político y Militar. El 14 de diciembre de 1843, el capitán general Leopoldo O’ Donnell firmó el decreto que le asignó nuevos partidos, hechos firmes dos años después con los territorios jurisdiccionales de Basilio o Rancho Veloz, Amaro, Calabazar, San Lázaro y Álvarez, pertenecientes al antiguo departamento indio de Sabaneque, según Alcover y Beltrán.
Santa Clara, sin puerto de mar, carente de grandes riquezas económicas, perdió preponderancia, pero la favoreció su empuje territorial, sentencia Ramón de la Sagra. Fue punto inexcusable del tránsito terrestre por toda la Isla. En parte, quedaron cerrados sus litigios por conflictos geográficos.
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Publicado en:https://verbiclara.wordpress.com/2011/09/13/pinceladas-pilongas-i/

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