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La nostalgia del Plan Tareco


Hace poco leí un artículo sobre la nostalgia que sienten muchos cubanos en La Florida por la carne rusa enlatada. Si recordamos aquellos tiempos en que la carne rusa formó parte de nuestra dieta durante largas décadas en Cuba, al punto de que poseerla en la despensa era casi como tener un tesoro, haría sentido esta paradójica nostalgia. Durante mis años en la escuela secundaria en el campo o en el preuniversitario, la comida solía ser pésima sobre todo cuando la única oferta era macarela, troncho con macarrones amarillos pintados con bijol (ese sustituto cubano del azafrán) o harina de maíz quemada. Era entonces cuando la carne rusa “ripià” con papas y arroz blanco era vista por los desaforados adolescentes como un verdadero manjar.

 La carne rusa nos mató el hambre por mucho tiempo. La había de puerco y de res. Hasta ahora no he conocido a ningún cubano dentro o fuera de Cuba y que haya pertenecido a mi generación que la desprecie. La carne rusa estuvo muchos años en los comedores obreros, comedores de centros de trabajo, fábricas escuelas de arte, unidades militares, en la UMAP, en los 45 días en el campo, en las casas en la playa, en las croquetas de las cajitas de las bodas y fiestas de 15 años, en los cangrejitos que se vendían en cafetería de los pueblos de Buenaventura, La Salud, Bauta, Caimito, Guayabal y muchos lugares de Cuba.

La carne rusa se vendía hasta en los restaurantes de hoteles, les salvó la vida a muchos balseros que atravesaron el estrecho de La Florida y reinó por un largo período en el Mercado Negro. Los artículos nostálgicos pertenecientes a la
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etapa socialista están a la venta por doquier y cada día adquieren mayor demanda. Los carros soviéticos, rumanos, alemanes, checos y polacos son reliquias rodantes y han adquirido un inmenso valor que compiten en las calles habaneras con los almendrones americanos de las épocas de los 40s y 50s.


En diversos lugares en La Habana se venden todos los símbolos, artefactos y cuanta cosa tenga que ver con ese pasado soviético y el esplendor de la Revolución Cubana, de la misma forma como sucede en Viena, Praga, Moscú y otras capitales europeas. A la vuelta de la Plaza Wenceslao en la Republica Checa se halla El Museo del Comunismo donde se exhibe ese período trágico de la historia que tuvo también virtudes. Una tienda vende exclusivos almanaques y otros artículos que logran reproducir ese ambiente socialista que tuvo una particular estética.

 En el centro de La Habana puedes comprar pañoletas rojas, postales, billetes del Che; los sellitos de metal con que nos premiaban en la escuela como parte de la emulación socialista, colecciones de sellos postales de los 60s y 70s; fotocopias y originales del Álbum de la Revolución Cubana de 1959; carteles cubanos de la OCLAE, OSPAAAL, ICAP; revistas Cuba, Bohemia, Tricontinental, ediciones escasas de El Caimán Barbudo y Pensamiento Crítico; fotos de la visita de Yuri Gagarin a Cuba, manuales de Marxismo, fotos y postales de Fidel, libros y discursos de Fidel, postales navideñas soviéticas, las Obras Completas de Lenin, El Capital de Karl Marx, gorras con la hoz y el martillo. Yo quise comprar una pañoleta azul y blanca de los inicios,

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pero los vendedores me dijeron que eso no lo tenían, que eso si estaba perdido. Por el malecón habanera. Foto: Ernesto González Por el malecón habanero. Foto: Ernesto González A medida que pasa el tiempo muchos se han dado a la tarea de lograr conseguir algunos pesos, sacando a vender un sinnúmero de aparatos, muchos de ellos inservibles que van desde relojes despertadores y de pulsera soviéticos, cámaras fotográficas, proyectores con fulminas de 35mm con cuentos tradicionales rusos, muñecos del osito Misha, diplomas, teléfonos checos y búlgaros, tocadiscos, discos de acetatos de 45 y 33 con los discursos de Fidel y el Che en la ONU, La Internacional, Karel Got, Alla Pugachova, clases de idioma ruso, ventiladores Orbita, radios Selena, Caribe, Sokol, emblemas y marcas de carros checos, alemanes y rusos, televisores en B/N soviéticos y cubanos marca Caribe, lavadoras Eurika 80 todo un gigantesco mercado pero mezclado con Plan Tareco.

 Conocí a un matrimonio que estaba vendiendo todo lo que ellos habían adquirido o comprado en un viaje que hicieron a los Países Socialistas a finales de los 70s, la única vez que salieron de Cuba. Incluía una buena cantidad de llaveros, radios portátiles, relojes, una colección de postales de todas esas capitales de la era soviética, camisetas, cámara fotográfica, fotos autografiadas por el famoso payaso Oleg Popov y hasta las fotos turísticas de ellos en el metro de Moscú, en la Plaza Roja, la puerta de Brandeburgo en Berlín, el Castillo de Praga, el puente de Budapest, etc. Les comenté que no me parecía justo que se deshicieran de
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sus fotos por ser algo muy íntimo y parte del patrimonio familiar y además, era la evidencia de su único gran viaje, sus recuerdos de toda una época. Pero el señor me dijo: “Mira muchacho, todo eso está de moda ahora, los turistas compran todo eso, la verdad no sé para qué. Pero algún billetico nos darán, como a nuestro vecino que vendió a un holandés el radio “Selena” en 100 Euros, total ese mundo ya no existe, mijo, se derrumbó, pá qué quiero toda esa cosa obsoleta, que ya no sirve pa na”. Ambos habían sido ganadores del afamado concurso de la Televisión Cubana llamado “NUEVE MIL QUINIENTOS CINCUENTA” (la distancia en kilómetros que había que recorrer para llegar a la URSS) donde el premio mayor consistía en una gira por las principales capitales de esas naciones. Los recursos de la nostalgia son a veces armas de doble filo.

 Una vez más la nación cubana se enfrenta al dilema de qué carajos hacer con todo ese pasado que marcó nuestras vidas pero con el peligro constante de posponer el futuro para un eterno después. Quizá porque vivimos tan atados al presente, sin alcanzar los sueños, es que el futuro nos cuesta.

Para algunos son necesarios los cambios y transformaciones radicales, vendiendo ese pasado al mejor postor como ya está sucediendo. Otros son del criterio que lo que se debería hacer es un enorme “Plan Tareco” y eliminar de un tajo ese pasado. Apelando a la necesidad de no olvidar el pasado, de no cometer los mismos errores, creo que ninguna de las dos variantes resuelva el futuro. - See more at: http://www.havanatimes.org/sp/?p=101233#sthash.WKNWqcZx.dpu

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