El pasado día 8, el estelar escribidor del diario Juventud Rebelde, Ciro Bianchi Ross, publicó una crónica tituladaPrimeras Damas, basada en las mujeres que compartieron la presidencia de Cuba con sus maridos durante la República. La misma crónica y con el mismo título, la había publicado el 13 del mismo mes, pero en 2005.
En ambas publicaciones, Bianchi se detuvo en seco en 1959. Dio un contundente frenazo. No tuvo pantalones para seguir. ¿Dio a entender acaso este viejo amigo mío que durante más de medio siglo, la dictadura cubana no ha tenido una primera dama? ¿Que Fidel, durante ese más de medio siglo, jamás tuvo en su cama una fémina que mereciera el respeto del pueblo?
Igual que ocurrió con Grau San Martín, un solterón empedernido que jamás presentó una mujer a las masas, ocurrió con Fidel. Grau utilizó a su cuñada Paulina Alsina como Primera Dama y Fidel, para esas mismas masas, utilizó a Vilma Espín, su cuñada, pero sin considerarla como la Primera Dama.
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Bianchi Ross cuenta que en 1944, con Grau como presidente, éste le amasó las nalgas a la escritora Renée Méndez Capote durante todo el tiempo que Braden, el embajador norteamericano, ofrecía un largo discurso en el Palacio Presidencial y que en 1933, enamorado como un perro de la bella y sensual Renée, estuvo a punto de meter preso en la Cabaña a su marido, para lograr sus favores en la intimidad.
La misma Renée me contó esta historia en una ocasión que fui con su hija, Maricusa Cabrera, a conocerla, allá por los años setenta del siglo pasado. ¡Qué manera de reírme con aquella encantadora anciana!
Fue, precisamente por esa misma fecha, que escuché otra historia, muy parecida, pero de Fidel Castro, en Varadero. Es primera vez que la cuento.
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La escuché una tarde por labios de Armando Quesada, en mi apartamento de calle 27 entre N y O, en el Vedado. Es posible que esté muerto. Era demasiado comilón y con un par de whisky hablaba hasta por los codos. Sí, el mismo Quesada que junto a aquel tenebroso personaje y Ministro de Cultura, Luis Pavón, botaron de sus trabajos a cientos de artistas, porque no reunían los parámetros morales necesarios para vivir en el socialismo. Armando Quesada fue mi jefe inmediato en la emisora Radio Progreso, donde trabajé como guionista de programas sobre Educación para la Salud, entre 1977 y 1983.
La historia que me contó, muy risueño, fue así: Una noche, en el Cabaret del Hotel Internacional de Varadero, a donde llegó Fidel con su numerosa escolta, descubrió a una bellísima dama de ojos azules y rubios cabellos, en una mesa, acompañada de su esposo. La joven pareja estaba de Luna de Miel por esos días.
Fidel no le quitaba los ojos de encima a la damita y luego de darse unos tragos, mientras se fumaba un buen tabaco, se sintió listo para la pelea.
El marido de la joven fue llevado a la oficina del Hotel con algún pretexto. Según Quesada, no se le vio más el pelo. La damita, llorosa y asustada, fue llamada a la mesa del Comandante, para calmarla.
–Será un trámite de rutina, no te preocupes. Todo saldrá bien. –le dijo el empedernido solterón y líder guerrillero.
El final de la historia ya lo habrán imaginado. La atractiva y ‘afortunada’ dama joven fue lanzada de cabeza por los escoltas al lecho presidencial del Comandante Invicto, hasta que otra rubia, secretaria y amante de un director de una empresa de jabones, ocupara su lugar.
Seguramente mi viejo amigo Ciro conocerá otras travesuras del omnímodo líder con otras tantas Damas, que en secreto tuvo la puritana Revolución Socialista. Los periodistas somos así de chismosos. Si esta no la conoce, se la regalo, para que pueda utilizarla en los próximos tiempos de libertad, que serán muy pronto.
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Publicado en:http://www.cubanet.org/opiniones/los-amorios-ocultos-del-comandante/>
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