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Aquellos parquecitos infantiles


El cubano-de Miami llegó a Peñas Altas, barrio de Habana del Este donde vivió de niño, miró alsolar abandonado y con dolor exclamó: “¡Ay, mi parquecito!”
Frente al ruinoso solar, de la calle 420, Peñas Altas, Jesús Gómez, recordó que allí estaba el parque infantil, donde jugó de niño. Con profunda nostalgia se vio meciéndose en los columpios, jugando con sus amiguitos en los cachumbambés, en los toboganes. Y sintió que le habían robado su infancia.
Lucía, vecina, del lugar, dice: “Muchos padres con niños pequeños estamos cansados de quejarnos al Poder Popular sobre la necesidad del parque para que nuestros hijos no estén mataperreando, expuestos a accidentes o se vayan al río y al mar. Siempre responden que no hay dinero para arreglos, ni pagar al guardaparque”.
La última guardaparque lo mantenía. Cuidaba de los niños, del uso correcto de equipos. Hasta chapeaba la yerba con su hijo adolescente. Pero su plaza fue eliminada. Y vino el desastre. Robaron las cadenas de los columpios, los tubos de la cerca. Hoy, del parquecito infantil no queda nada, es tierra de nadie.
Por el contrario, el parquecito de 484 esquina a Séptima, en Guanabo, aunque con evidente deterioro, funciona. ¿Diferencia?  Tiene guardaparque.
Los Caballitos, en Quinta Avenida, fueron emblemáticos de Guanabo. Punto de referencia y encuentros de esta ciudad turística. Comprendía  ambos lados de la transitada avenida, con multitud de equipos mecánicos. Sobresalían, por supuesto, los Caballitos (carrusel) y la estrella giratoria. Hoy solo quedan las huellas arqueológicas en el cemento donde se apoyaban. No faltaban la venta de refrescos, helados, otras golosinas y el imprescindible algodón de azúcar. Hoy humo del recuerdo.
Fuertes críticas sirvieron para evitar el cierre definitivo del Jalisco Park, en la capitalina avenida 23, del Vedado, parquecito de diversiones heredado de la época de los malos. Pero hasta allí llegó la revolución. La montaña rusa y la estrella giratoria están rotas.
Columpios rotos, P. del Río
Columpios rotos, P. del Río. Foto Cosano Alén
Manuel Cabrera Roque, vecino de Antonio Tarafa No.5,  Pinar del Río, expone: “Esta ciudad no cuenta con áreas de recreo para niños y jóvenes asequibles al salario promedio de cualquier padre trabajador. El parque de diversiones “Paquito Rosales” es económico. Pero las indisciplinas sociales [maltratos] y el descuido de organismos lo han deteriorado. La estrella giratoria no funciona hace años; sirven muy pocos columpios y sillitas-columpios para los más pequeños. Han cerrado áreas de ventas de peces y plantas ornamentales. Solo abundan vendedores particulares de juguetes pequeños, de plástico, y comida. Hay poco esparcimiento para nuestros niños”.
El “José Martí”, antes popularmente Parque Japonés porque fue comprado a ese país y  montado por japoneses y cubanos en la década de los 70, en Tarará, al este de La Habana, quedó abandonado. No hace mucho se reinstaló en Alamar. Pero los aparatos dejaron de moverse.  Necesitan piezas de repuesto costosas.  A décadas de instalados, ¿tendrán los japoneses  piezas para venderlas?  ¿A qué precio?
Solo dos trabajadores por cuenta propia ofrecen a los niños caras opciones: manejar maquinitas (autos) y brincar dentro del inflable.
El estado centralizador nunca creó una empresa autónoma para el manejo y reparaciones de los parques de recreación.  Y las ocasionales empresas estatales, que se ocupaban de repararlos, alegan no tener los medios.
El emblemático parque de diversiones Coney Island, del municipio Playa, estuvo abandonado muchos años en total quebranto constructivo. Fue reconstruido como tarea de choque de la Juventud Comunista. Funciona aceptablemente, pero no se explica por qué el resto de parques de la isla no sirven, o funcionan solo a medias, sin que parezca importar mucho la consigna: “Los niños nacen para ser felices”.