Rosa Martínez
HAVANA TIMES ? Hoy se realizó en la necrópolis de Santa Efigenia, en la ciudad de Santiago de Cuba, el acto por la conmemoración de la histórica fecha del 10 de octubre, día en el que Carlos Manuel de Céspedes, uno de los hijos más ilustres de la Patria, le diera la libertad a sus esclavos y quedara marcada la fecha como el inicio de nuestras luchas por la independencia.
Para algunos, mis palabras pueden parecer grotescas, fuera de moda, obsoletas, y el acto del que hablo, algo innecesario, repetitivo, y sin importancia alguna.
Un acto en realidad no significa nada, no es más que un simple recordatorio de lo que sucedió en un día tan lejano que hoy se puede sentir tan desconocido, tan frío.
Pero la verdad es: ¿a qué cubano no se le agitó el corazón al leer (conocer) los detalles de aquellas gestas históricas que nos hicieron lo que somos hoy?
Quién no se emocionó cuando supo de aquel hombre de alta posición social que se olvidó de toda su riqueza y liberó a sus esclavos convidándolos a luchar juntos contra el dominio español.
Qué corazón no se encoge con la historia de la corajuda mujer negra y gigante, madre de todos los cubanos, a quien las fuerzas de España quemaron todos sus bienes y mataron a varios de sus hijos.
Pero Mariana Grajales no tuvo momento de flaqueza, vivió en cuevas, parajes baldíos, siempre cerca de la batalla por la libertad. No satisfecha con haber dado a la Patria la vida de buena parte de su prole, le dijo al más pequeño de sus hijos que solo tenía 13 años: ?Y tú, empínate, porque ya es hora de que te vayas al campamento?.
Mucho tenemos que agradecer todos los cubanos a los Grajales Maceo, pero entre tantas mujeres y hombres memorables resalta la figura de Antonio Maceo cuando se negó a firmar el bochornoso Pacto del Zanjón y protagonizó una de las páginas más gloriosas de la historia de Cuba: La Protesta de Baraguá.
Todas esas historias regresan a nuestras mentes cuando llegan fechas como las de hoy, pues como bien dijo un compañero de HT, tomando prestado las palabras de otro cubano, el pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla.
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