Publicado en:http://www.havanatimes.org/sp/?p=108367
Mientras se toma un mojito frente al mar de un azul intenso, paradisíaco, ningún visitante puede sospechar que esa suerte de Edén al norte de Villa Clara tiene las horas contadas. No para el turista, que podrá regresar cuantas veces quiera a disfrutar de los alisios del Caribe —si el mundo no se acaba mañana, por supuesto—, sino para los constructores que, anónima y tenazmente, han sacado de su chistera la decena de hoteles que hoy conviven en Cayo Santa María.
El agotamiento de semejante mina de oro estaría condicionado por una razón objetiva, digamos que aritmética: en 17 kilómetros de largo y 77 000 hectáreas de exuberantes playas y dunas de ensueño, llega el momento en que no puede colocarse ni un ladrillo más. Y ese día está a la vuelta de la esquina, según declaran a la prensa fuentes de la empresa constructora que, desde 2001, viene levantando a paso acelerado la planta hotelera que crece mar adentro y
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la infraestructura que le sirve de retaguardia en tierra firme.
“De acuerdo con el cronograma previsto, las obras deben terminar en 2017 —asegura Ramiro Moya, especialista del departamento de producción de la entidad—. Actualmente todas las fuerzas las tenemos concentradas en las parcelas conocidas como Lagunas 1 y Lagunas 2, y nos falta por explotar Las Brujas y Laguna 5”. Nombres como Las Dunas, Las Brujas, Lagunas y Salinas se han incorporado al argot cotidiano de directivos, especialistas, constructores y los choferes de guaguas que a diario llevan al cayo y traen de regreso a los miles de obreros que hasta réplicas de pueblos han sembrado al norte de Caibarién.
La construcción de hoteles en esas áreas no ha sido tampoco un proceso anárquico de encaramar un edificio sobre otro, aseguran expertos en temas ambientales, sino que se ha tenido en cuenta la protección del ecosistema que constituye, de hecho, la principal atracción de un sitio declarado, por demás, Reserva de la Biosfera. Unido con la isla grande por el pedraplén de 48 kilómetros que sale de Caibarién y con el mundo por un aeropuerto, Cayo Santa María fue concebido originalmente como parte de un polo turístico aún mayor.
“Se iba a hacer un pedraplén de unos 35 kilómetros que uniría Cayo Santa María con Cayo Guillermo, al norte de Ciego de Ávila —declara Ramiro Moya—. Incluso comenzamos la ejecución de la obra pero se paralizó por el período especial, cuando el país tomó la determinación de desarrollar primero la cayería y no utilizar los recursos en ese pedraplén. Cayo Coco sí se unió con Cayo Guillermo, solo faltó llegar hasta Cayo Santa María”.
¿Ahora mismo se habla de retomar el proyecto?
“Yo no tengo el conocimiento para responder esa pregunta. Pienso que como idea concebida en principio y que tiene buenas perspectivas, en algún momento se retomará”, acota Moya. Ya sea en la construcción de la carretera pospuesta o en las labores de mantenimiento que seguirán demandando los hoteles, la fuerza constructora no tiene entre sus planes abandonar del todo la cayería norte villaclareña, aunque según los especialistas la demanda de obreros y operarios sea menor en el futuro.
¿Y qué piensas hacer cuando concluya el cronograma constructivo en los cayos?, inquiere Progreso Semanal a Maiko Javier Reinaldo, un operador de grúa que no llega a los 20 años. “Trataré de quedarme trabajando allí en otra cosa o me iré a cualquier lugar donde se sigan levantando hoteles. Esto de la construcción para el turismo en Cuba tiene para largo”
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