El 17 de Diciembre del 2014 ocurrió en hecho de trascendencia histórica: El presidente de Estados Unidos (Barack Obama) y el de Cuba (Raúl Castro) acordaron dar los primeros pasos encaminados a restablecer las relaciones diplomáticas entre ambos países; muchos optimistas creen que la paz y el sosiego al fin llegaron a nuestra región. El oprobioso capítulo de hambre,
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enfermedades, sufrimientos, muerte y desolación que significó el embargo/bloqueo para el pueblo de Cuba (comparable a la Reconcentración del General Valeriano Weyler en 1896), no debiera ser la furnia que divide a nuestra América sino el símbolo de la transformación de que nuestro continente es capaz. El espíritu imperialista que rigió la relación de los Estados Un
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idos con Cuba es más que evidente; el embargo, las invasiones, los sabotajes, los atentados y el bioterrorismo practicado contra la isla son hechos manifiestos que no necesitan una lupa histórica para ser verificados. La Base Naval de Guantánamo (GITMO) fue catalizador de todo lo anterior. GITMO surgió como botín de guerra, arrebatada a Cuba a cambio del retiro de l
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as fuerzas de ocupación norteamericana en 1903. Ese espacio —45 millas cuadradas de tierra, mar y aire por las que pretenden pagar $4,025.00 anuales—, es una daga en el corazón de la nación caribeña. Además, impide el libre tránsito marítimo y ha contaminado extensas áreas a consecuencia de las prácticas de bombardeo.
La relación entre GITMO y la ciudad de Guantánamo es agridulce. La base generaba unos 2,500 empleos en tiempos de paz y hasta 5,000 durante la Segunda Guerra Mundial y la guerra de Corea (a la que mi familia contribuyó con unos 150 años de servicio al gobierno Norteamericano). Al mismo tiempo la base se convirtió en centro de vejamen, abusos, impunidad, corrupción, prebendas, drogadicción y propagación de enfermedades de transmisión sexual; era el mayor prostíbulo del país.
La historia no termina ahí. Varios cubanos que trabajaban como civiles en GITMO fueron detenidos, torturados y asesinados. Así terminó la vida de Lino Rodríguez (1940), Lorenzo Salomón (1954), Manuel Prieto Rubén López Sabariego (1961) y Rodolfo Rosell (1962). Dos guarda fronteras más fueron asesinados: Ramón López Pena (1964) y Luis Ramírez López (1966). Otros resultaron heridos por Marines que dispararon desde el interior de la base, entre ellos Luis Ramírez Reyes, Antonio Campos y Andrés Noel Larduet.
Con el triunfo de la Revolución GITMO se convirtió en centro de conspiración y sabotaje; proporcionaba asilo, medios de vida y traslado a los Estados Unidos a los enemigos del proceso revolucionario. La emisora de radio WGBY divulgaba mensajes subversivos y se hacían simulacros de ataque militar a Cuba; además se lavaron millones de pesos sin valor.
En 1964, el Comandante de GITMO despidió repentinamente a 700 empleados con el propósito de crear el caos económico en Guantánamo. La jubilación de ese personal fue congelada en los EE.UU. por más de treinta años, hecho denunciado en su momento por Javier Pérez de Cuellar y el Vaticano. El gobierno Cubano asumió el salario de esos trabajadores para evitar una crisis social.
La historia lúgubre y repulsiva de la Base Naval de Guantánamo no debe ser motivo de rencores sino estímulo para convertir aquel desastre en bastión de esperanza para la paz y el desarrollo. Corresponde ahora su devolución inmediata y el compromiso de sanear su medio ambiente. Para compensar el daño provocado, EE.UU. debería financiar la conversión de GITMO en:
Un centro Médico y de investigaciones especializado en enfermedades tropicales y crónicas.
Un centro Internacional de Higiene Mental para la atención de drogadictos y ex-militares con trastornos neurológicos.
Una Gigantesca Escuela Media y Superior para minorías sin educación, niños y jóvenes expuestos a drogas, gestación precoz, violencia intramuros y policiaca.
Un centro de promoción de la comunidad, que apoye a jubilados y casos sociales y ayude a olvidar que otrora existió allí un centro de tortura, horror y muerte.